domingo, 1 de junio de 2008

Puerto Progreso

Una mañana desperté queriendo visitar la playa, sentía que necesitaba un poco de soledad; cabe señalar que ya la había buscado con anterioridad pero en aquella ocasión surgieron acompañantes de último momento y lo que se pretendía hacer como un "retiro espiritual" acabó siendo una chusca travesía. Hasta que llegó el sábado, justo antes de que la ciudad de Mérida se viera embargada por los vientos huracanados característicos pero adelantados. Fui a una plaza en busca de un pastel de chocolate, conseguí uno pequeño que se veía delicioso, tomé el camión a Progreso tomándome tan sólo quince minutos llegar, en dicho camino me embargó una inmensa nostalgia (justo un sentimiento que tenía la necesidad de presenciar)... esta vez viajaba sola, no había nadie a quien yo amara a mi lado, sólo una mujer grande con mal olor pero su olor no importaba, era más grande la nostalgia. Bajé del camión y los recuerdos comenzaron a hacerse presentes: Caminos recorridos con anterioridad, ausencias memorables, el silencio como compañía cuando solía recorrer aquellas calles charlando. Al avanzar me detuve en un puesto de ropa, por primera vez "regateé", pasé al oxxo en busca de una sidra, no hallé nada. Caminé hasta la vinatería mientras me recordé ebria en una noche oscura, por tanto mis memorias tanto fueron buenas como malas. Con mi pastel y la sidra en mano, con mi ropa dentro de la mochila colgada de mi hombro llegué a la orilla del mar, contemplé el mar por unos minutos, tuve la suficiente disposición y sensibilidad como para gozar el calor del sol, sentir la arena, acostarme en ella y dedicarme a observar. Observando mis ojos descubrieron un tatuaje plasmado en un cuerpo masculino, y juro que ha sido el mejor tatuaje que he visto, simplemente era bello, total que también me llamó la atención una mujer, éramos 3, tres individuos solos inmersos en nuestras individualidades, qué sé yo, pues únicamente sabía lo mío, mi mundo lleno de recuerdos alegres y tristes. Pasaron los minutos y me armé de valor para buscar un sitio en que no sintiese tanta verguenza, de modo que de nuevo cargué mis cosas y avancé sin mirar atrás (el tatuaje y a la mujer) llegué a un lugar más solitario y saqué los elementos para hacer un ritual... untarme pastel por el cuerpo, quitármelo con sidra y después... nadar en el mar; nadar como quien renace de nuevo. Finalmente quise regresar por el tatuaje y la mujer, ¿te atreves a adivinar el final de esta historia?.